Friday, November 16, 2007

Discurso Hugo Chavez ante I Cumbre del Grupo de los Tres, 7 Abril 2001

Caracas, sábado 7 de abril de 2001
Hugo Chávez, Vicente Fox y Andrés Pastrana, Declaración de Caracas, Rueda de prensa al finalizar I Cumbre del Grupo de los Tres y Acciones para el Fortalecimiento del Grupo de los Tres


¡Qué himnos tan bellos, esos himnos vibran como un canto a la esperanza, a la fe y a la unión, sobre todo! Hace bastante, pero bastantes años, un gran luchador, un revolucionario infinito marchando por pedregosos caminos llegaba a casa de buenos amigo, entregados como él al combate por la justicia.

En aquella casa le dieron grandes recibimientos en medio de profundas manifestaciones de júbilo, le sirvieron la mesa, le hicieron múltiples reverencias a la altura de su dignidad, le colocaron flores y perfume. En fin, le recibieron con amor, entre hermanos, entonando canciones de fe y de esperanza. Aquel caminante era Jesús de Nazaret y había llegado a casa de Simón, el leproso resucitado. Era un día sábado como éste de hoy, pero hace 1968 años.

Excelentísimos señores Presidentes de Colombia y de México, amigo y hermano Andrés Pastrana; amigo y hermano Vicente fox, hoy han llegado ustedes también a casa de buenos amigos y nos llenamos de júbilo, les recibimos con profundo amor, les reverenciamos de corazón, regamos flores multicolores y perfumes por nuestra casa y unimos nuestras voces en un solo canto de fe, de esperanza, para decirles junto al bravo pueblo venezolano ¡bienvenidos hermanos, a esta casa de Simón, el leproso de Santa Marta y resucitado de América! ¡Bienvenidos, ustedes y lo que representan!

Ciertamente llegan ustedes, hermanos, en tiempos de resurrección a esta Caracas bolivariana y es que, parafraseando a Pablo Neruda, podríamos hoy decir Bolívar resucita cada cien años cuando resucitan los pueblos.

El pueblo venezolano, despertando de una larga agonía parecida a la muerte, ha venido librando desde hace más de una década una victoriosa campaña por la dignidad, por la democracia verdadera, por la paz, por la vida, gracias a un formidable e inaudito movimiento popular, acelerado y consciente, que fue capaz de derribar en paz las viejas y carcomidas estructuras políticas del siglo XX a través del proceso revolucionario constituyente, es que hoy podemos ofrecer nuestra casa, la República Bolivariana de Venezuela, para venir todos juntos a deliberar acerca del pasado y del presente de nuestra América con el fin de perfilar los difíciles caminos del siglo XXI.

¿De dónde venimos? ¿Dónde estamos? ¿Para dónde vamos? Si echamos una ojeada al pasado, sin duda que allí conseguiremos los códigos y las claves de los caminos de hoy y del mañana. Permítanme hermanos y hermanas, desplegar la bandera de Simón, el Libertador para con ella hurgar nuestros misterios, especialmente ahora cuando nos planteamos el relanzamiento del Grupo de los Tres como instrumento geopolítico para la vital unidad de nuestros pueblos. Hace 185 años Simón Bolívar escribió en nuestra vecina Kingston la célebre Carta de Jamaica, era el 6 de setiembre del año 1815 y su palabra nos llega hoy aquí, más vigente que nunca antes, habiendo sobrevivido casi dos siglos. Cito:

Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo menos por su extensión y riquezas que por su libertad y su gloria. Señala visionario a la Nueva Granada y a su provincia de Panamá como el corazón de la América y la capital del mundo. Dice alborozado que los mexicanos serán libres porque han abrazado el partido de la patria con la resolución de vengar a sus antepasados o seguirlos al sepulcro. Y retorcido de dolor se refiere a la heroica y desdichada Venezuela donde los que viven combaten con furos en los campos y en los pueblos internos hasta expirar o arrojar al mar a los que insaciables de sangre y de crímenes rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva.

Para continuar luego delineando su sueño, nuestro sueño qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos. Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra con las naciones de las otras tres partes del mundo.

Señores Presidentes, amigas y amigos todos, la clara conciencia unitaria bolivariana brota desde Jamaica en pleno corazón del Caribe cuando el visionario caraqueño va concluyendo su Carta que hoy adquiere rango de profecía.

«Seguramente —dice— la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos». Y termina casi con un delirio diciendo luego que seamos fuertes entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América Meridional.

Entonces, las ciencias y las artes que nacieron en el oriente y han ilustrado la Europa, volarán a Colombia libre. En toda la inmensidad de este Hemisferio nunca hubo una mente tan visionaria que abarcara tanto penetrando los secretos de los siglos.

Ahora, querídisimos Presidentes, compatriotas todos de nuestra América, cuando comienza otro siglo y en buena hora hemos decidido detenernos a reflexionar sobre el destino de nuestros pueblos, necesario es que hagamos un verdadero esfuerzo no solo para interpretar sino para asumir como guía para nuestros proyectos la visión bolivariana de la integración.

El momento es crucial, no podemos equivocar de nuevo el camino. El mundo de las últimas décadas del siglo XX fue invadido por el fundamentalismo postmoderno del mercado, el cual impregnó con su inhumana ideología neoliberal buena parte de nuestros esquemas o sistemas de integración.

Cualquier proyecto de integración que solo pretenda convertirnos en un gran supermercado que se quede atrapado en el círculo perverso del economicismo, que no coloque al ser humano por encima de cualquier otra cosa, sería un proyecto para las minorías, sería un proyecto sin pueblo y por tanto, sin combustible para mover la máquina de la nueva historia y he aquí la importancia trascendental de esta reunión cumbre y del espacio que para la deliberación y el debate nos proporciona el Grupo de los Tres con la gran ventaja de que constituimos por sobre todas las cosas, un mecanismo de diálogo y concertación política.

Definitivamente, no hemos venido aquí para dejarnos arrastrar por la inercia sino para redefinir y reorientar nuestros modelos de integración. Nuestra agenda de hoy se puede enunciar con una pregunta también crucial ¿cuál debe ser el papel del G-3 en el proceso de integración de América Latina y el Caribe?

Pues bien, no dudamos en responder que dado el peso geopolítico de nuestros tres países tanto en la Cuenca del Gran Caribe como en el conjunto de países andinos y más allá, la tarea fundamental en esta hora debe ser la redefinición conceptual e ideológica de la integración de la América Latinocaribeña así como su posterior reestructuración y profundización integral.

Se trata de incorporar nuestros procesos de integración al corazón de una nueva estrategia fundamentada propiamente en nuestros más altos intereses geosociales, geopolíticos y geoeconómicos. Se trata de comenzar reconociendo la terrible evidencia de nuestras debilidades regionales.

Hoy, la América Latina sufre más pobreza que en 1980 cuando el neoliberalismo entraba en escena. Si en 1980 la pobreza alcanzaba a 37% de la población, ahora después de dos décadas, alcanza al 44%, 224.000.000 de pobres y de ellos, 90.000.000 de indigentes. La distribución del ingreso es la desigual y regresiva del mundo: el 5% de la población absorbe el 25% del ingreso total y la distancia entre el 20% más rico y el 20% más pobre, es de 19 veces.

El desempleo registrado oficialmente es del 9% y se estima que de cada 100 nuevos empleos creados, 85 lo son en el sector informal, carentes de derechos y con precarias condiciones laborales. El promedio de mortalidad infantil en el primer año de vida es de 35 por mil nacidos vivos, lo cual es cinco veces más alta que en los países desarrollados.

El 13% de la población es analfabeta, solo uno de cada 3 estudiantes alcanza la escuela secundaria. La deuda externa de América Latina era de unos US$ 300.000 millones en 1985, ahora es de US$ 750.000 millones, pero solo entre 1992 y 1999 se pagaron US$ 913.000 millones por su servicio.

La región está destinado el 56% de sus ingresos por exportaciones de bienes y servicios para servir su deuda externa en tanto la enorme deuda social con los pueblos aumenta incesantemente. Para comenzar a salir de este laberinto necesario es que vayamos retomando verdaderamente el proyecto anfictiónico bolivariano y es que, definitivamente, Bolívar es el camino.

solo voy a limitar a traer a este escenario la Carta, algunos fragmentos de la carta convocatoria que hizo el Libertador al Congreso Anfictiónico de Panamá, desde Lima, el año de 1824, porque creo que por allí va el camino. El que tenga oídos que oiga.

A los gobiernos de Colombia. Lima, 7 de diciembre de 1824. A los gobiernos de las Repúblicas de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala. Grande y buen amigo, después de 15 años de sacrificios consagrados a la libertad de América por obtener el sistema de garantía que en paz y en guerra sea el escudo de nuestro nuevo destino, es tiempo ya que los intereses y las relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos.

Entablar aquel sistema y consolidar el poder de este gran cuerpo político pertenece al ejercicio de una autoridad sublime que dirija la política de nuestros gobiernos, cuyo influjo mantenga la uniformidad de sus principios y cuyo nombre solo calme nuestras tempestades. Luego sigue diciendo Bolívar, invitándonos y esta invitación pareciera hoy estar vigente todavía Profundamente penetrado de estas ideas invité en 1822 como Presidente de la República de Colombia a los gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires para que formásemos una Confederación y reuniésemos en el Istmo de Panamá u otro punto elegible a pluralidad, una Asamblea de Plenipotenciarios de cada estado que nos sirviese de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en los tratados públicos cuando ocurran dificultades y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias.

El gobierno del Perú celebró el 6 de julio de aquel año 1822, un Tratado de Alianza y Confederación con el Plenipotenciario de Colombia y por él quedaron ambas partes comprometidas a interponer sus buenos oficios con los gobiernos de América, antes española, para que, entrando todos en el mismo pacto, se verificase la reunión de la Asamblea General de los Confederados.

Luego agrega:

Igual Tratado concluyó en México, a 3 de octubre de 1823. El Enviado Extraordinario de Colombia a aquel estado y hay fuertes razones para esperar que los otros gobiernos se someterán al consejo de sus más altos intereses. Luego, al final, Bolívar, cerrando esta convocatoria que extiende desde México hasta la Argentina, termina diciendo El día que nuestros plenipotenciarios hagan el canje de sus poderes, se fijará en la historia diplomática de América una época inmortal, cuando después de 100 siglos, la posteridad busque el origen de nuestro Derecho Público y recuerdo los pactos que consolidaron su destino, registrarán, con respeto, los protocolos del Istmo, en él encontrarán el plan de las primeras alianzas que trazará la marcha de nuestras relaciones con el universo. ¿Qué será entonces, el Istmo de Corinto comparado con el de Panamá? Vuestro grande y buen amigo, Simón Bolívar.

Queridísimos hermanos Presidentes, amigas y amigos, comenzando estas palabras me refería al actual proceso revolucionario venezolano como una resurrección, pues en efecto, hoy la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela elaborada y aprobada por nuestro pueblo, señala el mandato bolivariano que viene de aquel entonces.

En el artículo 153, nuestra Constitución establece el mandato, mandato de nuestro pueblo, mandato sublime para todos nosotros. Dice así nuestro artículo 153:

La República promoverá y favorecerá la integración latinoamericana y caribeña en aras de avanzar hacia la creación de una Comunidad de Naciones, defendiendo los intereses económicos, sociales, culturales, políticos y ambientales de la región.

La República podrá suscribir tratados internacionales que conjuguen y coordinen esfuerzos para promover el desarrollo común de nuestras naciones y que aseguren el bienestar de los pueblos y la seguridad colectiva de sus habitantes. Para estos fines, la República podrá atribuir a organizaciones supranacionales mediante Tratados el ejercicio de las competencias necesarias para llevar a cabo estos procesos de integración.

Dentro de las políticas de integración y unión con Latinoamérica y el Caribe, la República Bolivariana privilegiará relaciones con Iberoamérica, procurando sea una política común de toda nuestra América Latina. Las normas que se adopten en el marco de los acuerdos de integración serán consideradas parte integrante del ordenamiento legal vigente y de aplicación directa y preferente a la legislación interna".

Por esta razón, entre muchas otras, es que decía hace unos minutos que estamos en tiempos de resurrección bolivariana porque nuestro pueblo y nuestra revolución ha tomado, desde tiempo atrás, casi dos siglos, la idea originaria de un pacto, de una alianza de pueblo, de naciones orientado hacia una gran comunidad, hacia un cuerpo político para contribuir a la conformación de un mundo pluripolar en este siglo XXI que amanece.

Hermanos y hermanas, henos aquí, de cara ante la historia con estas banderas, las banderas de México, de Colombia y la de Venezuela, que son las banderas de la América Latina y el Caribe. Así, como el caminante de Nazaret, a ustedes les abrimos de par en par las puertas de nuestro corazón para terminar diciendo: Queridos amigos Vicente Fox, Andrés Pastrana, a todos ustedes, ilustres visitantes, a esta Cumbre del G-3, para terminar diciendo a nombre del pueblo venezolano: ¡bienvenidos a la casa de Simón, el resucitado de América!

Y pido a Dios en estos días de inicio de la Semana Mayor, que nos ilumine el camino y que nos fortalezca en nuestra decisión inquebrantable de trabajar, unidos, ahora sí, para siempre, por la felicidad y el bienestar de nuestros pueblos. ¡Bienvenidos, hermanos! Un abrazo para todos. Muchas gracias.

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